La necesidad en la mistificación se ha unido en el alma del alemán con el abecé del análisis psicológico, después de ser leídas las primeras diez páginas del grueso tomo de Freud. La obra completa “Interpretación de las visiones” él no pudo “tragársela”, aunque lo leído resultó ser suficiente para que Miljelen se creyera ser un innato psiquiatra, al descifrar los deseos escondidos de la propia nieta.

En Cuba el alemán podía ayudar a Magda y el riesgo apenas serían cincuenta euros. En la playa don Calan contrató a uno de los gigolós locales, con zarcillos en los dos lóbulos. El muchacho se llamaba Guillermo y le ordenó que al atardecer se presentara en la habitación de su chica como si fuera un masajista para demostrarle de manera convincente todas las ventajas de la esencia masculina. Miljelen le suministró con aversión un condón, y así Guillermo adquirió un especial artículo de goma.

El abuelo avisó a Magda acerca de la visita de un mago–relajador. Debido a eso, se preparó minuciosamente, literalmente dicho, se lavó con fragancias. El abuelo era tan delicado que previamente comunicó sobre su intención de ir a una excursión a La Habana nocturna. Eso significaba que ella se quedaría con el mago Guillermo tête-à-tête. ¿Quería ella aprovechar la situación? Naturalmente…

Antes de que llevara al cubano a la cama, Magda le quitó al huésped, enmudecido y tomado por sorpresa, el sombrero de paja, de donde comenzaron a caer ciertas prendas, entre estas, el agua de Colonia y el portamonedas del abuelo. Y la videocámara… “El macho” la pudo coger al vuelo y cuidadosamente la volvió a colocar en el puf con las palabras:

– Bitte, danke schön. Hard life und I am sorry… Das ist total en mobilizationen4            A lo que Magda le contestó:

– “¡Cuba libre! ¡Hasta la victoria siempre!”, dejó a Lázaro en calcetines, de paso se quitó la ropa interior, y como por encanto, por la ironía del destino, la tiró directamente en el cilindro del sombrero.

Una vez desnuda completamente la alemana, Lázaro concibió que el ser, que apareció de repente del cuarto de baño, era del género femenino. En primer lugar. En segundo lugar, no tenía la intención de armar un escándalo por su incursión delictiva. Tercero, es que lo quería claramente…

De parte del muchacho no había ni deseo siquiera, pero el miedo a veces hace maravillas…

Acabado el asunto, se vistió apresuradamente, se cubrió la cabeza con el sombrero y se precipitó por el pasillo a la escalera, maldiciendo al cómplice de Julio César y a la ninfa pecosa, tan ávida al amor.

No pasó un minuto siquiera y, ante la extendida y desnuda, llena de gozo y placer, Magda von Trippe, se presentó en las puertas abiertas el verdadero Guillermo. Se puso a cumplir de manera imperturbable sus compromisos pagados, lo que de ninguna manera desalentó a Magda. Todo lo contrario, la obligó a creer en la existencia del paraíso en la Tierra y la convenció de que este se extendía en el territorio de la Isla de la Libertad.

Guillermo quedó contento de sí mismo y del condón ahorrado…

El abuelo volvió tarde, cuando los dos pseudomasajistas ya habían hecho los servicios a la nieta. La puerta abierta con una ganzúa le hizo originar malas ideas y pensamientos, los cuales los compartió con su niña. Solamente ahora Magda pudo recordar la extrañeza en la conducta del primer “masajista”. Le narró al abuelo sobre su torpe intento de robar la videocámara y, habiendo examinado sus prendas, declaró sobre la desaparición de un brazalete de oro, el regalo de sus padres con motivo de la mayoría de edad.