El ladroncillo no podía concebir que el pasado estuviera formando el futuro, y a menudo lo estaba conduciendo. Los individuos de tipo aventurero menosprecian sus viejos pecados, no desean analizar sus erróneos modos de actuar. Creen que, al enajenarse del pasado, llegarán más rápido a la meta. Cuál es su sorpresa cuando al final del trayecto se encuentran con el pasado, esta inesperada cita conlleva habitualmente a resultados infortunados.
Yendo camino a la “amada”, Lázaro hizo una parada imprevista. Pudo ver una vaga silueta conocida en el senderito empedrado, al lado de la parte transitable.
– ¡Quién lo hubiera dicho, Dayana! – lo dijo en voz alta y apretó el pedal del freno. El coche se detuvo chirriando al lado de la chica, en el pecho de la cual colgaba una mochila con un pituso. El “Lada” traqueteó unos segundos y se paró espontáneamente. El chófer con dificultades hizo bajar el vidrio, se atrancaba la manecilla.
– ¿Y en esta chatarra llevas a turistas? – expresó con ironía la muchacha.
– Es que tú sabes – esto es provisional – sin salir del coche, Lázaro lo comentó entre dientes, estando irritado con su ruidosa chatarra, la cual no arrancaba de ninguna manera.
– En tu vida todo es provisional – continuó riéndose del ex coinquilino la chulona – Aunque una sola vez hubieras venido a visitar a Xavier… – suavizando un poco el tono lo pronunció Dayana con reproche. El pituso, al oír su nombre, balbuceó algo ininteligible.
– Para qué visitarle, si acabo de verle – lanzó esta réplica Lázaro despidiéndose, estaba contento de que el coche hubiera arrancado. Apretó el pedal del acelerador, sin lamentarse dejó atrás a su antiguo amor y no deseaba pensar en el destino del ser, en cuyas venas fluía su sangre.
Al llegar al hotel “Paradisus Punta Arena”, se reaseguró por si acaso – no hizo parar el motor. Quién sabe… Con odio iba recordando sus intentos infructuosos al fallarle la llave de encendido hasta que no hubo concebido el olor de una fragancia agradable y no hubo oído la tierna voz de Elizabeth. Ella ya había saltado al asiento delantero de su coche y cerró así la portezuela.
– Llegaste con diez minutos de demora – le susurró en su oído.
– Para eso hubo causas muy sólidas – murmuró Lázaro, cubriéndola con besos. Hasta en este momento, después de las “simultáneas”, que organizó la alemana llena de amor en el hotel “Siboney”, él la besaba con gran placer. Su afición venía impulsada por la comprensión de su completa superioridad sobre la criolla crédula, la que debería convertirse en un trampolín para su ascensión. Después le dirá “Adiós”, y no se pondrá a fingir su piedad hacia ella, asemejándose de tal forma a su ex prometido. Además, ella misma reconoció que la piedad solo humillaba a uno. La dejaría abandonada sin mínima compasión, en cuanto llegue la hora. Los millonarios deben tener un montón de criollas, mulatas y “chicas” de piel negra.
– Espera, aquí no – Eliz hizo parar a su héroe-amante. – La mucama Lourdes trabó un lío amoroso con un huésped – petrolero de Rusia. Alquiló un jeep y se fue con ella a las playas del Caribe, a Trinidad. Sin dificultad alguna podemos penetrar en su bungaló… – lo pronunció ella de una manera conspirativa, desapretando la palma de la mano y mostrando una llave magnética.
– Vamos – no había que persuadir a Lázaro, si se hablaba del sexo en apartamentos lujosos. De adueñarse de algo allí, él tampoco rechazaba esa idea. Verdad es que, yendo por el camino, Elizabeth pudo convencerlo de que no lo hiciera. Además, Lourdes le hizo un gran favor y ella no estaba acostumbrada a recompensar la bondad con una negra ingratitud. Él, a su vez, aceptó lo expuesto por la amante con pocas ganas.