Y ahora ella ya no está. Murió por culpa de Lazarev, por su crueldad, por sus celos. Y ahora… dentro de mí solo hay vacío. ¿Él espera perdón? ¿De quién? En mí ya no queda nada que pueda perdonar. Ahora solo soy una sombra.

Lo único que me queda es vivir en recuerdos. Revivo cada día una y otra vez. Dibujo lo que tuve y perdí. Y esos dibujos me hacen sonreír, olvidar que vivo en el pasado… Olvidar que este presente gris no me tiene reservado nada bueno.

– ¿La estás viendo otra vez? – la voz de Lazarev me sobresaltó y me quedé paralizada.

La brocha tembló en mi mano. Sentí cómo me crujieron los dientes de pura rabia.

– ¿Otra vez espiándome? – pregunté sin girarme.

– No era mi intención. Es solo que ayer te vi… extraña por la mañana. Me preocupé de que…

– ¿De que hiciera algo conmigo misma? – me giré y lo fulminé con la mirada.

– Dasha, entiéndelo… No quise espiarte, se dio así… – empezó a justificarse.

Y yo… solo solté una risa seca.

Como si no supiera que ese viejo pervertido no se despega del monitor.

Soy su reality show personal. Hace tiempo que me vigilan en cada paso. Y ¿sabes qué? Ya me da igual.

– No te esfuerces. Me importa un carajo. ¿Te gusta mirar? Pues mira. – dije, y seguí delineando el rostro de Lana.

– Estás dibujándola otra vez… – suspiró.

No respondí.

– Dasha, deberías hablar con el doctor… Él dijo que si las alucinaciones regresaban…

– No tengo alucinaciones. – lo corté con brusquedad.

– Pero yo te vi hablando con alguien en tu habitación…

– ¿Viste? – me giré hacia él y sonreí con burla. – Entonces, ¿no será que tienes alucinaciones?

Recordé el día en que dejé de tratarlo de “usted”. El día en que comencé a ver a Lana. Ese fue el momento en que volví a ser yo. Ella volvió para salvarme, incluso después de la muerte. Venía cada día. Su presencia me devolvía el aire.

Gracias a ella no me volví loca, no me fui con ella. Hay miles de formas de cruzar al otro lado… Pero ella me convenció de quedarme. Y aquí estoy. Ella aún cree en mí. Aunque últimamente, aparece cada vez menos…

– Dasha… No quiero molestarte. Te dejo dibujar tranquila, solo quería hacerte una pregunta… —Se quedó callado un momento. Como buscando las palabras. O tal vez esperando que yo lo mirara. Siempre le ha importado que lo mire a los ojos. Como si de ahí sacara energía.

Solíamos bromear que era un vampiro energético. Tal vez no bromeábamos…

– ¿Tú… ves a Angelina? – preguntó de repente.

Ahí sí me sorprendió. Lo miré con asombro.

– ¿Qué? ¿Estás delirando? – le dije, aún impactada. – Ella está…

– Ya, lo siento. Fue una estupidez… Solo pregunté, por si acaso…

Negué con la cabeza y sonreí al retrato de Lana. Como diciendo: vaya tontería. Por el rabillo del ojo vi que Lazarev se iba hacia la casa. Suspiré con alivio.

– Dasha, sigues aferrándote a tu pasado… – me estremecí. Esa voz… tan cerca.

¡Lo que me faltaba! Un año sin ver a Angelina… y ahora esto.

Angelina es la hermana de Lazarev. La que me convenció de participar en esta farsa. Después de la muerte de Lana estuve internada. Ahí me sentía segura. Pero ella vino. Y me pidió que acompañara a su hermano en sus últimos días.

Bueno, “pedir” no fue la palabra. Me obligaron a salir de ese lugar donde al fin respiraba… Y volver a esta casa. A este infierno.

Me giré y ahí estaba Angelina. Exactamente igual que la última vez que la vi.

Cuando confirmé que , que estaba ahí, me di vuelta de nuevo. Como si no la hubiera visto.

– No finjas que no me hablas. ¡Sabes que no me iré!

– ¿Y ahora por qué carajo te mencionó Lazarev? —murmuré—. Menciona al diablo… y aparece.