Brad solía venir a la fuente después del trabajo o de la universidad, se sentaba en un banco cercano y observaba al viejo, quien, como siempre, caminaba por la plaza, dirigiéndose a los transeúntes. A veces, Brad se acercaba, le hacía preguntas, discutía o simplemente escuchaba. No sabía si creía en lo que el viejo decía, pero esas conversaciones se habían convertido en una especie de escape en un mundo que le parecía cada vez más loco y desesperanzado.
Una vez, cuando el viejo hablaba de que las personas debían dejar de luchar entre sí y comenzar a luchar por salvar el planeta, Brad le preguntó:
– ¿Y si ya hemos pasado el punto de no retorno? ¿Y si todo lo que dices ya no importa porque es demasiado tarde?
El viejo lo miró con una extraña mezcla de tristeza y esperanza.
– ¿Cómo te llamas?
– Brad – respondió el joven.
– Tienes razón, Brad. Tal vez ya sea demasiado tarde. Pero, incluso si es así, ¿eso significa que debemos rendirnos? ¿Significa que no debemos intentarlo?
Brad no respondió. Simplemente se quedó sentado, mirando el agua de la fuente, pensando. Pensaba que, tal vez, el viejo no estaba tan equivocado. Y que, incluso si no había esperanza, valía la pena intentarlo. Al menos por uno mismo. Al menos por aquellos que vendrían después.
Y dijo:
– Incluso si todas las personas de repente se volvieran puras en sus pensamientos y dejaran de competir, eso no detendría a los extraterrestres si realmente quisieran hacer algo. E incluso si comenzamos a cuidar la naturaleza, ya es demasiado tarde para cambiar algo. Los cataclismos ya han comenzado, y solo se intensificarán.
El viejo miró atentamente a Brad, sus ojos brillaban con una luz interior extraña. Respondió:
– Tienes razón, Brad. Los pensamientos puros y las buenas intenciones no son suficientes. Pero es solo el primer paso. Si las personas no cambian, no podrán cambiar el mundo que las rodea. Los extraterrestres… no son enemigos. Solo son observadores. Esperan ver si podemos entender nuestros errores y corregirlos. Si no lo hacemos, nuestro destino estará sellado.
Brad reflexionó. No estaba seguro de creerle al viejo, pero algo en sus palabras sonaba convincente. Tal vez no era solo una teoría de la conspiración, sino una advertencia que valía la pena escuchar. Brad comenzó a visitar la fuente con más frecuencia para hablar con el viejo, haciéndole preguntas sobre el futuro, la naturaleza y lo que se podía hacer para cambiar algo.
El viejo, por su parte, veía en Brad a alguien que quizás podría llevar sus ideas a otros. Le decía:
– Tú, Brad, eres uno de los pocos que puede ver más allá de su propia nariz. Pero recuerda, incluso cuando todo parece perdido, siempre hay una oportunidad. Una oportunidad de cambiarte a ti mismo, y a través de ti, el mundo que te rodea.
Y aunque la mayoría de la gente seguía sin tomar en serio al viejo, Brad comenzó a notar que su propia visión del mundo estaba cambiando gradualmente. Empezó a pensar más en la naturaleza, en sus acciones y en lo que cada persona podía hacer para mejorar un poco las cosas. Tal vez el viejo era extraño, pero sus palabras, como semillas, comenzaron a germinar en la mente de Brad, y quién sabe a dónde podrían llevarlo…
El viaje al supermercado.
En un sábado, Emma, como de costumbre, se subió a su coche para ir de compras. El día estaba cálido, casi perfecto para ese tipo de tarea. El sol brillaba suavemente a través de las ligeras nubes, y la ciudad estaba viva con su rutina habitual: las cafeterías en la calle principal estaban abiertas, el aroma del café recién hecho se percibía en el aire, y los niños jugaban con una pelota en el parque, riendo y gritando. Una ligera brisa traía consigo el olor de la hierba recién cortada y de los frutos secos fritos de un puesto en la esquina, creando un acogedor ambiente de día de descanso.