El siguiente paso es cuando te invade una depresión, ves la realidad, sabes que esa persona ya no está, te sientes vacía, entrando en una especie de crisis existencial.
Finalmente, el último paso es entender todo lo que ha implicado tu relación con esa persona. Aceptas que ya no está y poco a poco, te recuperas aprendiendo a convivir con tu dolor emocional, respetando sus recuerdos, consiguiendo volver a tener alegría y placer.
Claro que en todas estas fases influyen varias cosas. La edad por ejemplo, no es lo mismo pasar por una fase de duelo cuando eres un niño, que cuando eres un adulto. Los niños entienden el duelo diferente, incluso si son muy pequeños puede que no entiendan nada.
También influye la relación que tenías con la persona fallecida, si era un conocido, tu pareja, tu familia, tus padres, etc. Esto hará que el dolor sea más o menos intenso, y también como se desarrolló la muerte. Si es un proceso por convalecencia de un familiar enfermo, en el que el desgaste es mayor, y si es una muerte accidental o natural.
Por supuesto el apoyo de tu entorno, amigos y seres queridos es fundamental. Te ayudará a llevar mejor el proceso y a acortar el dolor. Por regla general el duelo suele durar un año, pero algunas personas tardan dos o tres años. Cada duelo es distinto, incluso en una misma persona cómo reacciona ante distintas muertes.
6 Gestión de la despedida en el duelo
¿Qué pasa cuando no nos hemos podido despedir de alguien?
A la mayoría de las personas les cuesta gestionar la despedida, que supone la pérdida brusca de un ser querido. Es un proceso normal, muy duro, difícil de encajar. Pensar que pasa cuando no te has podido despedir de alguien, bien sea de un amigo, una pareja, un familiar, es la misma palabra y se le llama duelo.
Una alternativa es a aplicar la ley del espejo. Es un cuento japonés, que explica que si yo puedo hablarlo contigo, yo puedo descargar mi ira, pero si yo no puedo hablarlo contigo, ni tú conmigo, se queda un callo, algo que no solucionas y te duele. Ese callo queda enquistado.
La enseñanza que nos propone la ley del espejo, es que es necesario a veces expresarlo de alguna manera para poderlo dejarlo atrás.
Una opción es escribirlo y detallar todo. No solo expresas el dolor que te ha podido ocasionar la pérdida de la persona que se ha ido, sino que también has de expresar todo lo bueno que te aportaba. Porque si no te aportaba nada, no te duele nada y no te importaría.
Estás extrañando la compañía, las risas, el aprecio, etc. Ahí empieza realmente el dolor.
Te recomiendo el siguiente ejercicio para gestionar la despedida en el duelo. Quizás es que no te has podido despedir, no pudiste decirle todo lo que necesitabas y sigues aún dolido/a por esa pérdida.
A continuación, coge papeles y bolígrafo, busca un sitio en el que nadie te moleste para poder escribir y despedirte de esa persona.
Empieza a escribir y explicarle como te sientes, da igual como lo expreses, incluso si has de escribir palabrotas, lo importante es escribirlo, soltarlo. Escribe todo lo que le dirías, pues es un escrito de despedida. No importa la cantidad de hojas que emplees, ni el tiempo que tardes en hacerlo. Es tu momento de despedida, es importante que lo hagas.
Tampoco importa que llores, durante el proceso hazlo. Nadie te juzga. Estas contigo mismo/a. Cuando hayas sentido que no expresarías nada más, que no necesitas escribir nada más, escríbele un adiós definitivo.
Díselo ahora, y luego rompe el escrito, deshazte de él. Ya te has despedido. Nadie necesita verlo, pues es un ejercicio de superación para tu paz interior. Enhorabuena por reunir el valor y hacerlo.